Bután, el país secreto y más feliz del mundo
Escondido entre montañas y a salvo del turismo masificado, Bután es uno de los países más felices del mundo y un reino donde el paso del tiempo es apenas perceptible.
El Reino de Bután alberga hermosos paisajes montañosos, bosques y selvas exuberantes, que se unen a una impresionante riqueza de templos budistas. Además, es uno de los países más felices del mundo que conserva intacta su cultura y tradición y ofrece una amplia variedad de actividades, como trekking, rafting, kayak y rutas en bicicleta, en un entorno inolvidable y con lugares poco explorados.
Hay muchas y buenas razones para visitar este país surasiático con un accidentado paisaje y ubicado en un entorno inolvidable en la cordillera del Himalaya, que limita con China y la India y es uno de los más pequeños y menos poblados.
Índice Nacional de Felicidad
“Es uno de los rincones más auténticos del mundo y sin turismo masificado, debido a su control de la entrada de viajeros. Su gobierno decidió medir su bienestar con un Índice Nacional de Felicidad, en vez de utilizar un indicador clásico, como el Producto Bruto Interno (PBI)”, informan desde la agencia de «viajes exclusivos y a medida» NUBA.
Anclado en un pasado no tan lejano, pero casi inconcebible para los occidentales, el lugar se encuentra escondido entre montañas y protegido por una política que lo mantuvo aislado del turismo hasta 1974.
Bután es un reino donde el paso del tiempo apenas se percibe y se respira espiritualidad y que recibe al viajero (casi podríamos decir al peregrino) con la amplia sonrisa de sus gentes, según indican desde esta agencia especializada.
Ideal para aquellos aventureros de espíritu
«Un viaje a este país es una experiencia transformadora, en la que el viaje exterior implica un viaje interior, ideal para aquellos aventureros de espíritu joven sin importar su edad, que no quieren perderse nada, que todo lo quieren ver y sentir, que desean superar barreras para alcanzar nuevos retos en cada viaje”, explica Inés García, directora de marketing y comunicación de NUBA (http://nuba.net).
“Para disfrutar de un viaje a Bután en su totalidad lo ideal es contar con un mínimo de diez días, y es preferible visitarlo en la primavera del hemisferio norte, para recorrer sus campos y ser testigos de su enorme recorrido”, señala García a Efe.
«El disfrute de este destino comienza desde el aire antes de aterrizar en el aeropuerto de Paro que, gracias a su ubicación en una de las cordilleras del Himalaya a una altura de 2.236 metros y rodeado por innumerables picos de más de 5.000 metros de altura, ofrece una entrada espectacular», destaca.
Timbu, la actual Capital
Un punto clave del viaje es Timbu, la capital butanesa, que alberga aproximadamente 100, mil habitantes, incluida la familia real, y es el principal centro de comercio, religión y gobierno.
«Esta pequeña y bulliciosa ciudad es la más moderna de Bután, con una gran cantidad de restaurantes, cibercafés, bares, centros comerciales y está equipada con cajeros automáticos, pero conserva su identidad cultural y sus valores», según García.
Desde el puente de la ciudad se avista la capital, admirando los bosques, picos y puertos de montaña de más de 4, mil metros de altura que la rodean.
La fortaleza y sede del Gobierno Tashichoedzong, la Escuela de Artes y Oficios, el monasterio budista Changangkha Lhakhang, el monumento nacional conmemorativo Chorten (sede de fe), una estupa budista, el Museo de Textiles y la Fábrica de Papel, así como el mercado de fin de semana y sus tiendas de artesanía, son algunos de los atractivos de Timbu.
El Valle de Paro, templos y monasterios
Esta pintoresca región, con innumerables campos de arroz, un hermoso y cristalino río que serpentea por el valle, más de 155 templos y monasterios, y una variedad de lujosos complejos turísticos, es uno de los principales destinos para los visitantes, según indica García.
En el valle y sus colinas circundantes se asienta elegantes casas de estilo tradicional, mientras que la plaza central de la ciudad, situada en un fondo de valle plano siguiendo un patrón en forma de cuadrícula, está adornada con una gran rueda de oración y un pequeño anfiteatro donde se celebran eventos todo el año.
En esta región son de obligada visita el Monasterio de Taktsang o ‘Nido del Tigre’, considerado sagrado por los budistas mahayanas y el mayor atractivo de Bután, y el Museo Nacional Tadzong, que alberga la colección más completa de iconos, estatuas de bronce, pinturas, monedas y ‘thankas’ (diagramas simbólicos) del país, según NUBA.
Punakha, la Capital antigua
Punakha, la capital del país desde 1637 hasta 1907 y situada en un valle con mil 200 metros de elevación promedio sobre el nivel del mar, alberga el segundo ‘dzong’(fortaleza-monasterio) más antiguo y más grande del país, con una de las estructuras más majestuosas, según NUBA.
«Para acceder a Punakha se atraviesa el paso de Dochula (a 3, mil metros de altura), desde donde se aprecia una de las vistas más impresionantes de la cordillera del Himalaya oriental y del pico Gangkhar Puenseum (7.570 metros), y que es muy conocido e impacta por la solemnidad que transmiten sus 108 estupas», señala García.
«Durante el descenso a Punakha, el viajero cruza frondosos bosques de magnolias y rododendros, arrozales y naranjos», apunta la experta.
Otras experiencias que transforman en el viaje
Sobrevuelo en helicóptero privado por el Himalaya. Una actividad a realizar preferiblemente en invierno, cuando el cielo es más claro y permite disfrutar de una espléndida vista de la cordillera.
Ascender hasta el Monasterio del Nido del Tigre a caballo, un templo suspendido sobre un acantilado de novecientos metros de altura y, después, meditar en una sesión privada con un monje local.
Llegar al antiguo monasterio de Khewa Lhakhang para formar parte del tradicional ritual de encendido de la lámpara de mantequilla de yak y conectar con la naturaleza más pura disfrutando de una barbacoa de leña en el valle de Phobjika.
Participar en una ceremonia privada de meditación budista en los templos de Gangtey, los monasterio de Punakha Dzong y de Chimi Lhakang, instruidos por sus monjes o asistir a clases de yoga para renovar cuerpo y espíritu.
Alojarse en la casa de una familia local en el área rural de Punakha, para que seamos partícipes de sus costumbres y vivir de cerca la verdadera esencia butanesa.
EFE/REPORTAJES/ Ricardo Segura