Molestia en el Ejército
SIN MUROS
POR: GUILLERMO OCHOA
La simple idea de la fusión de las fuerzas de seguridad de nuestro país en una sola estructura llamada “Guardia Nacional” -una de las ocurrencias propuestas por Andrés Manuel López Obrador– ha provocado enojo y molestia en las altas esferas del Ejército Mexicano. Fuentes castrenses consultadas reiteran que el último deseo de los militares es sustituir a las Policías o fusionarse con ellas. Sostienen que su misión como soldados es la defensa de la independencia y la soberanía de la nación, y no preservar la seguridad pública. Si hoy en día están en las calles -consideran-, es por la ineficacia, corrupción o miedo de las autoridades civiles para hacer su trabajo y combatir al crimen. Si bien su función es de respaldo para obligar a los policías de diferentes niveles a hacer su trabajo, no es raro que los militares vayan como punta de lanza en un operativo o situación de crisis. Sin embargo -reclaman-, al final se quedan solos. Entran a la jaula de un león enfurecido, armados con un banco y un látigo, con la misión de domarlo. Buscan hacerlo, aseguran, en estricto apego a los derechos humanos y a la normatividad establecida, aunque no son ciegos ante los excesos en que algún elemento puede caer. Por ello, rechazan que su lugar sea en las calles combatiendo al crimen organizado y, al hablar de una fusión, piden recordar cuál es su educación y adoctrinamiento, y que éstos no deben ser modificados.
Desde luego, la estrategia contra el crimen ha fallado por donde se le vea y se deben explorar nuevos caminos. Sin embargo, la idea es fortalecer las instituciones para hacer frente a la delincuencia, y no fragmentar a las que diariamente dan la batalla.
Cómo creerle a las encuestas
Cada vez es más difícil creer en las encuestas. La victoria de Trump, el sí al Brexit y el no a las bases de los acuerdos de paz en Colombia son ejemplos claros en los que los encuestadores pronosticaban resultados opuestos. Hablando de las encuestas presidenciales, poco podemos confiar en ellas cuando falta mucho para la meta y la versión final de la boleta ni siquiera está definida.
¿Por qué ya no podemos confiar en las encuestas?
Me contó un un candidato a un puesto de elección popular que, durante su campaña, contrató a dos casas encuestadoras; una de renombre a nivel nacional y otra con prestigio local en la zona geográfica en cuestión, y cuidó que una no se enterara de que la otra trabajaba para él, con el fin de tener mayor veracidad en los números y comparar los dos estudios. Durante el proceso, los cortes arrojaron datos muy similares y pronosticaban una comodísima ventaja para el aspirante. Sin embargo, el resultado de la jornada fue muy diferente. Si bien el candidato mencionado ganó la elección, lo hizo con una ventaja de la mitad de los puntos que los encuestadores le daban y mucho mayor al margen de error. Resulta relevante la explicación que los estadísticos dieron al respecto; por un lado, la gente miente más. Hoy en día, ante la desconfianza social, hay altas posibilidades de que el encuestado dé una respuesta falsa cuando es abordado; y por el otro lado, el votante está más expuesto a los estímulos de marketing político, lo que puede influenciar su decisión final, incluso mientras se dirigen a las urnas.
De esta manera, las encuestas bajo las bases en que las conocemos son poco confiables, y para lo único que sirven -y no es un uso menor- es para generar percepciones. Algo tendrán que inventar los opinólogos para recobrar la confianza de la sociedad y no quedar como mercenarios de los números que se limitan a decirle a quienes los contrataron lo que quieren escuchar.