Surfistas nocturnos corren olas en playa iluminada de Perú.
Potentes luces deslumbran a los surfistas por segundos
Cuando los casi 10 millones de habitantes de Lima se alistan para dormir, un puñado de surfistas bajan hasta la única playa de Perú donde se puede correr olas por la noche.
La Pampilla, junto al acomodado distrito capitalino de Miraflores, está iluminada por cuatro cañones de luz de 1.000 vatios de potencia que normalmente se usan en los estadios de fútbol pero que aquí, colocados a 18 metros de alto, llegan hasta 200 metros mar adentro y brindan suficiente iluminación para surfear desde las 19 hasta las 23.
Jorge Jara, un peruano de 40 años e instructor de surf durante el día, dice que surfear por la noche en una «costa con muchas olas» es como «deslizarse dentro de un estadio de fútbol».
No hay tiburones como en algunas playas de Estados Unidos o Australia, pero el mayor peligro que afrontan los tablistas nocturnos, que no superan las dos decenas, es chocarse entre sí debido a las potentes luces que los deslumbran por segundos.
La Pampilla es la segunda playa de Latinoamérica donde se puede surfear de noche.
Desde 1989 la playa brasileña de Arpoador, uno de los mayores símbolos del surf en Río de Janeiro, posee luces artificiales para correr olas incluso de madrugada.
Curiosamente el privilegio de surfear de noche en Lima es consecuencia de una disputa con el municipio capitalino que en mayo de 2015 aumentó el ancho de una vía que pasa junto al litoral.
Los surfistas protestaron varios meses acampando sobre la zona de playa asfaltada, pero al final el municipio se impuso con el apoyo de la policía, que golpeó a varios tablistas.
A fines de 2016 y posiblemente para conquistar a los surfistas, el alcalde Luis Castañeda inauguró la iluminación de la playa pero sin un estudio de impacto ambiental ni el permiso de la Marina de Guerra, que es la autoridad en el litoral.
La playa quedó reducida a 20 metros y ahora con una parte tapizada con asfalto los tablistas tienen menos espacio para estacionar sus vehículos y en algunas ocasiones, sobre todo durante el día, varios deben regresar a casa sin correr las olas.
Gonzalo, cree que con el paso del tiempo el Pacífico volverá a comerse la parte de la playa asfaltada por la mano del hombre. «No se puede competir con la madre naturaleza», dijo.