El desafío de ser mujer y liderar, por Itzel Gutiérrez.
Las mujeres somos casi el 50% de la población mundial. Aun así, estamos subrepresentadas en todos los niveles de toma de decisiones y la política no es la excepción.
Hoy en día persisten barreras de todo tipo (sociales, económicas y legales) que dificultan a las mujeres desplegar todo su potencial y participar de forma plena en la vida pública. Por ejemplo, en América Latina las mujeres ocupamos sólo el 25% de los cargos públicos de los poderes estatales, mientras que en países como Finlandia, Islandia, Holanda y Suecia su representación parlamentaria asciende al 40%. Tenemos que ver al empoderamiento político como una condición necesaria para el desarrollo de las sociedades. Mujeres en lugares de toma de decisión, implica que las necesidades, las experiencias y los aportes de las mujeres sean tenidos en cuenta en la formulación de políticas de desarrollo.
Según el Índice Global de Brecha de Género del foro económico mundial, la paridad de género es fundamental para que las economías y las sociedades prosperen.
¿Por qué nos importa el empoderamiento político de las mujeres? Primero y principalmente porque es nuestro derecho. Pero, además, es también en beneficio de la sociedad en su conjunto. Hay evidencia de que el liderazgo de las mujeres en los procesos de toma de decisiones políticas las mejora. De hecho, según un informe del impacto del género en las democracias del Instituto Global para el Liderazgo Femenino de London King’s College, el liderazgo inclusivo y colaborativo, que en términos generales incorporan las mujeres, redunda en mejores democracias.
Asimismo, como funcionarias electas, en promedio, las mujeres trabajan más duro que los hombres para representar sus distritos electorales, lo que está vinculado a un sentimiento más fuerte entre los votantes de que el gobierno responde a sus necesidades. Además, el aumento de la representación de mujeres en cargos electos juega un papel importante en la lucha contra la corrupción. Por otro lado, si bien no hay un solo tipo de liderazgo femenino, la experiencia del manejo de la pandemia de Primeras Ministras, como Jacinda Arden, Angela Merkel, Erna Solberg, Mette Frederiksen, Sanna Marin y Tsai Ing Wen, nos invita a reflexionar y a aprender sobre cómo las mujeres podemos convertir las barreras de la política (estereotipos de género, las supuestas debilidades que nos adjudicaron históricamente, ser jóvenes, ser débiles, ser muy transparentes, ser muy empáticas) en ventajas y oportunidades.
Definitivamente, podemos afirmar que ya se desmanteló el prestigio del viejo tipo de liderazgo como único y se empezó a reconocer al liderazgo más relacional como un verdadero éxito.
Hay vientos de cambio, de una nueva era que está llegando y que tiene a las mujeres como protagonistas.
Hoy me toca ser jefa de campaña en un distrito del interior de la Provincia de Buenos Aires, donde vamos a una interna dentro de nuestro espacio Juntos con tres listas encabezadas por mujeres. No puedo imaginar mejor desafío para mí, para la política y para la sociedad en su conjunto, que uno donde sean las mujeres las que lideren el proceso de campaña, de propuestas y de transformación de sus distritos.
Soy consciente que todavía falta para que las mujeres estemos realmente representadas en todos los ámbitos de toma de decisión, pero este tipo de escenarios son una luz de esperanza de que estamos siendo parte del cambio que queremos ver en el mundo.
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