Liza Ambrossio, la perla mexicana de la fotografía
La joven perla dominadora de la imagen, cuenta sus inspiraciones, orígenes y propósitos de la obra “La ira de la devoción”, que ahora expone en la capital de España.
La mexicana Liza Ambrossio es la primera latinoamericana que gana el máximo premio de fotografía contemporánea, el Voices Off Awards 2018, de Los Encuentros de Arlés (Francia), también es la primera mujer y la única menor de 30 años que lo ha conseguido.
Su trabajo “La ira de la devoción” es el inquietante resultado de diez años de trabajo en el que la artista juega con todo lo demoníaco que la encuentra, y lo combina con un archivo documental conectado con la interesante cultura de donde proviene.
Esta creación materializada en un fotolibro le supuso un gran logro: ser la primera mujer, la primera latinoamericana, y la primera menor de 30 años, que gana el Voices Off Awards 2018 de Los Encuentros de Arlés, el festival de fotografía que se celebra todos los años en esa ciudad del sureste francés.
El proyecto inicia con los sentimientos de una adolescente de 16 años que se sentía “malquerida” y que decide separarse de su familia tras una contundente frase de su madre “Que te vaya bien. Y créeme que de verdad espero que seas muy fuerte y audaz para no tener piedad para destrozar tu cuerpo y aplastar tu alma la próxima vez que nos volvamos a encontrar”.
¿Por qué se llama esta exposición “La ira de la devoción”?
“Conjura dos imágenes mentales, una es una virgen: la virgen de la Guadalupe, símbolo máximo de la maternidad mexicana, como una madre profundamente iracunda. Se llama la ira de la devoción por eso, porque emerjo la idea de mi madre muy molesta, pero hasta la madre más santa puede mostrarse profundamente.
El proyecto empieza con una frase que le dijo su madre ¿Se ha vuelto a encontrar con ella?.
“No. Este es un proyecto de largo aliento que empieza cuando tengo 16 años y dura casi diez años, A mis 26 es cuando le termino de responder. Es una respuesta muy larga a la última frase que me dicta mi madre. Hay que entender que este proyecto tiene muchas mixturas, es muy difícil de comprender, precisamente por eso ha sido premiado en Arlés que es el máximo premio de fotografía contemporánea para cualquier joven y eso es algo muy relevante”.
“En él voy mezclando muchos tipos de lenguaje, yo fui periodista durante casi dos años en la “nota roja” y hacía las noches de tortura en Ciudad de México, de asesinatos y cosas por el estilo. Entonces voy mezclando ese ideario de la locura y de la guerra en mi país con lo que me está sucediendo: el tener un conflicto con una madre”.
Un proyecto mezclado con lo documental y lo escrito
¿Su madre es la inspiradora de la obra?
“Mi madre se vuelve un pretexto al final, es decir, existe un conflicto con la humanidad en general. Todos hemos tenido una madre, una amiga, una hermana o un familiar cercano que se vuelve un antagonista en nuestra vida. Y ese antagonista en mi caso es profundamente visceral, es inteligente en su maldad y es muy espiritual al mismo tiempo. Uso las virtudes y las cosas negativas de mi madre como producto de inspiración en mi trabajo”.
“También se va mezclando el performance vienés, la puesta en escena, lo que voy encontrando, lo que me encuentra a mí. Es un proyecto sumamente difícil, no es arte por el arte, no es un proyecto artístico, es un proyecto que se ha mezclado con lo documental y con lo escrito. Tiene una novela que está por publicarse que se llama “Promesas crueles”.
¿Cuánto tiempo le ha llevado?
“Le ha dedicado toda mi adolescencia y el principio de una vida adulta y es rarísimo encontrarse algo como esto. Es complicado adherir un lenguaje totalmente periodístico, que podría interpretarse como fotografía de guerra dentro de un país que no está declarado en guerra, junto con archivo documental”.
“El archivo documental de mi trabajo proviene de la sirvienta de mi casa familiar. Yo necesitaba algo muy simbólico que me acercara a mi madre pero que no fuera mi madre. En realidad, mi mamá es lo menos importante, es un pretexto en el proyecto. Cuando yo hablo con esta señora -la sirvienta-, que tenía toda la vida viviendo con mi madre, le sugiero que le robe las fotografías del archivo familiar, pero durante varios años”.
¿Y qué ocurre después?
“Fueron casi cuatro años de eso. Surge una especie de hermandad extraña y también perversa entre la sirvienta y yo. Algo complicado para mí porque era una niña que nunca había trabajado, nunca me había subido a un transporte público, y salgo de eso a enfrentarme a un mundo feroz. A un mundo donde hay muchos niveles de lo diabólico y de lo demoníaco”.
“Hay un enfrentamiento contra la crueldad y frente al terror humano, que no solamente se vive en países como México sino en todo el mundo, yo creo que incluso España es parte de esos países”.
¿Alguna fotografía que quisiera destacar?
“Son 10 años de trabajo, hay más de 500 fotografías que estaban muy bien hechas y que pudieron ser parte de ese proyecto, pero se quitan para que pudieran ser parte de un fotolibro. Entonces el este se convierte en un vehículo de publicación de tu trabajo que te puede llevar a otras cosas, pero sí hay a lo mejor cinco imágenes que pudieran ser sintéticas del proyecto”.
“Una es la cara metiéndose en el agua, es una imagen rarísima. Las imágenes dentro de mi trabajo requieren saber de lenguaje visual para entenderlas. Pierden el sentido de la gravedad y eso es una cosa extraordinaria, porque te estoy haciendo parte de un universo dantesco, pero también “ambrossiano” y femenino, donde desgarro a cualquier hombre que se me atraviese y a cualquier mujer también”.
“Me comporto como si fuera una bruja o un demonio japonés. Esa imagen en particular es fantástica, te causa la sensación de ahogamiento, la sensación de no poder respirar y a la vez de atravesar el espejo”.
¿Alguna más a destacar?
“Las piernas que se cortan es otra imagen importante de mi trabajo, porque uso el símbolo del “nagual” que es un tipo de bruja mexicana con la capacidad de matar por venganza. Para matar por venganza necesita cortarse las piernas de una forma violenta y que le duela, deja sus piernas en alguna parte de su casa, se convierte en un animal como un lobo o un ave, mata a ese ser humano que le ha causado dolor y después regresa a su forma humana y nadie sospecha, porque es una bruja y tiene la capacidad de mutar en animales. Eso también habla de mi ideario”.
“También quiero destacar la fotografía del diablo con la pintura, es un díptico que se convierte en un pulpo, un pulpo amenazante. La mujer que ataca, la mujer que es violenta, aquí ninguna mujer es frágil ni ingenua. Yo no tengo ninguna posición de la mujer como algo reducido frente a otro.
Hay una mujer salvaje y violenta, y esa violencia en la poética es su seducción, y es totalmente agresiva y devoradora. Todo devora dentro de mi trabajo, el diablo se presenta en mi trabajo y dejo que todos los demonios vayan emergiendo, eso es como la médula de mi proyecto”.
“No todo lo traumático es malvado”
¿Otros proyectos?
“Después de este viene “Naranja de Sangre” que ganó la Fnac, el nuevo talento de este año. Estoy haciendo también un cortometraje “Too strong for fantasy”, sería como una pieza con la que me inicio en el mundo del vídeo”.
“A mí la fotografía se me está quedando corta. Necesito hacer video y necesito hacer cine y lo estoy haciendo, y también escribir una novela porque quiero narrar más”.
“También estoy haciendo un proyecto que se llama “Leche de tigre”, que ya quedó seleccionado en el Festival Luz del Norte de Monterrey, donde hablo de la sexualidad o del trauma erotizado. No todo lo traumático es malvado, también te genera un placer. Y dentro de ese placer estoy jugando.
Todo mi trabajo es eso, es un juego con los límites, con la inmoralidad, con la maldad, con la locura de lo humano y de lo que está vivo. No solamente de los humanos”.
¿Qué narra su otra exposición “Naranja de sangre”?
“En Naranja de Sangre retomo imágenes de mi trabajo anterior que conectan con esta narrativa. Con la idea de lo monstruoso en lo animal también, aquí ya empiezo a saltar a lo animal, a lo vegetal”.
“Es extrañísimo encontrarse dentro de las culturas más lejanas a lo que puede interpretarse como latino, culturas que tienen otros conocimientos ancestrales y encontrar fuertes conexiones y seguir jugando sobre la idea de la maldad y lo maldito. Buscar la idea de lo demoníaco dentro de los niños”.
“Tengo la idea de que los niños tienen los demonios muy de fuera, y no son tan falsos como los adultos en ese sentido. Y no son falsos porque sean tiernos, la ternura es una cuestión cultural y que se aprende. La maldad creo que es algo natural y juego con esa idea de lo maldito dentro de lo infantil”.
En esta obra “exotizo” lo europeo, les devuelvo la mirada. No es solamente como se mira de Europa hacia otro lado del mundo, ahora soy yo del otro lado del mundo hacia Europa.
EFE/REPORTAJES/ Gabriela Trillo.