¿Sabes cuánto te ama tu perro?
Cuando tenemos una mascota, específicamente un perro, existe una conexión muy estrecha entre ellos y nosotros. Con sus ojos podemos entendemos su estado de ánimo, con la cola nos dicen si están felices o asustados y con sus movimientos nos pueden alertar de algo, o simplemente comunicarnos que quieren jugar.
Pero más allá de esto, en el mundo hay personas que se dedican a descubrir y entender un poco más sobre los animales. Es el caso del neurociéntifico de 53 años Gregory Berns de la Universidad de Emory de Atlanta, quien pasa días y días explorando los cerebros de los perros tratando de averiguar qué es lo que están pensando.
Esta investigación la tiene documentada y detallada en un libro llamado “What It´s Likie to Be a Dog”, título traducido al español como “Cómo nos aman los perros”. Este libro precisa como ha logrado deducir y mostrar mediante resonancias magnéticas lo que hay en el cerebro de los perros. Berns recientemente dio una entrevista a Dustin Chambers del periódico “The New York Times” y es aquí donde comenta paso a paso el procedimiento que lo lleva a descubrir la conducta del animal.
¿Por qué haces estos estudios?
“Para averiguar qué piensan y sienten los perros”
“Un año antes, mi perro favorito, un pug llamado Newton murió. Pasé mucho tiempo recordandolo y me preguntaba si él me amaba o si nuestra relación había significado para él algo más que la comida que le daba”.
“Como neurocientífico, he visto cómo los estudios de imagen por resonancia magnética han ayudado a entender qué partes del cerebro humano están involucradas en procesos emocionales, así que posiblemente hacer pruebas usando resonancias magnéticas nos podría enseñar cosas similares en los perros. Me preguntaba si los perros tienen funciones análogas en sus cerebros que sean similares a las que tenemos los humanos”.
“El mayor impedimento para hacer este tipo de pruebas era encontrar la manera de meter a los perros a la cámara de resonancia magnética y lograr que se quedaran quietos el tiempo suficiente para obtener imágenes que fueran útiles”.
¿Cómo resolviste eso?
“Estuve trabajando con un entrenador de perros de Atlanta, Mark Spivak, para encontrar el método que hiciera posible que los perros entraran en un IRM”
“Construí un simulador de un IRM y se lo presentamos a Callie, el perro de la familia que llegó después de Newton. Comenzamos a hacer que se acostumbrara al ruido y a enseñarle a subir las escaleras que conducen a la máquina, a reclinarse en el reposa-cabezas y a estar inmóvil durante largos períodos de tiempo”.
“Concluimos que la mayoría de los perros nos aman al menos tanto como aman la comida”
“Después de que se hizo experta en estas tareas, las combinamos, ya que serían necesarias para el momento en que se enfrentará al IRM. Le tomó tres meses de práctica diaria y después de perfeccionar el sistema de entrenamiento, mandamos una invitación a los humanos de perros locales que quisieran ser voluntarios para el estudio”.
“Desde el 2012, hemos entrenado y escaneado un total de 90 perros y como parte de nuestros principios, nunca hemos amarrado o medicado a ninguno de ellos. Si un perro quiere subir al IRM e irse, puede hacerlo. No los obligamos a quedarse”.
“20% de los perros tuvieron mayor actividad cuando se les daban cariños que cuando se les daba comida”
“No creo que esto haya sido visto antes entre los no-primates ya que esto demuestra que los perros utilizan partes de sus cerebros para resolver pruebas similares a las partes del cerebro que usan las personas”.
“¿Los perros nos aman más que a la comida? ¿Cómo se pudo hacer una prueba para medir eso?”
“Hicimos un experimento en el que les dimos hot dogs una parte del tiempo y otra parte del tiempo los felicitamos y apapachamos. Cuando comparamos sus respuestas y vimos el centro de recompensas de sus cerebros, la mayoría de los perros respondieron a los cariños y a la comida de la misma forma”.
“Ahora, un 20% de los perros tuvieron mayor actividad cuando se les daban cariños que cuando se les daba comida. De estos datos, concluimos que la mayoría de los perros nos aman al menos tanto como aman la comida”.
“Otra cosa que hemos aprendido mostrándoles fotografías de objetos y personas a los perros es que ellos tienen partes de sus cerebros dedicadas al reconocimiento facial. Por lo tanto, los perros en muchas maneras están conectados para procesar rasgos faciales”.